Al querer optimizar la productividad muchas empresas han optado por implantar en cuestión de pocos meses un sistema de gestión.
Ya se trate de un sistema para gestionar la innovación, el conocimiento, o la calidad, los resultados de dichas implantaciones son bien conocidos:
- Desconcierto y sensación de frustración por que con el nuevo sistema implantado han surgido «inutiles» actividades adicionales.
- Toda la información recolectada sobre el desempeño de cada proceso o del sistema en general se desvincula de la toma de decisiones.
- El sistema implantado es evaluado por lo general cuando se aproxima una auditoría.
Hace algún tiempo tuve oportunidad de conocer a un ingeniero industrial muy competente en sistemas ISO, y según el, había desarrollado un software para superar estos problemas.
Lo mejor de todo es que su solución no solo se destacaba por ser un software, sino que decía que se trataba de una herramienta que implicaba un cambio revolucionario en comparación con otras del mismo tipo, que él clasificaba como pertenecientes a anteriores «generaciones» ya que al analizar detenidamente las ventajas y desventajas de cada generación, su desarrollo tenía, en suma, todas las ventajas de las generaciones anteriores, carecía de sus desventajas y por su puesto daba mucho más.
En conclusión, si había que pasarse a una siguiente generación de éste tipo de herramientas, para solucionar, entre otros, los 3 problemas mencionados mas arriba, esa herramienta era el software de él.
Yo no era experto en sistemas de gestión ISO pero si un estudioso, y no pude mas que quedarme callado ante lo que este ingeniero consultor comentaba con tanta convicción y seguridad como experimentada autoridad.
Sin embargo tras esa corta descripción de las maravillas que suponía el uso de ese software, a mi me surgieron preguntas.
- ¿Como hace un software para infundir la cultura de la calidad, la capacitación o la innovación en la gente que trabaja en las empresas?
- ¿Será posible que el software pueda reemplazar a la gente en lo que tiene que ver con el ejercicio de determinar indicadores que realmente les sirvan?
- ¿El software proporciona procesa y transfiere información con mucha agilidad y puntualidad. Hará también que la gente de las empresas sea agil y puntual con sus clientes?
- ¿Gracias a ese software no estaremos en la antesala de un conjunto de empresas que pasarán a una siguiente generación?
Nunca le creí al ingeniero.
Pretender fundamentar la efectividad de un sistema de gestión, en algo que no sea la gente, invariablemente llevará a trabajar de manera supremamente eficiente para el sistema y nunca se verá como el sistema trabaja para la empresa. En éste caso un software agiliza la obtención de resultados mas bién negativos y funestos.
Centrémonos por un momento en los sistemas de gestión de la calidad:
Mientras yo estudiaba, un profesor soltó una frase que nunca se me ha olvidado.
Dijo: La calidad es una actitud hacia el producto.
Hablaba de como en paises como Japón, y Alemania la calidad en la producción de bienes o en la prestación de servicios era un asunto que estaba en la mente y los corazones de las personas.
Si realizaban su trabajo con un sistema de gestión de la calidad bajo estandares ISO, por ejemplo, no trabajaban para el sistema… el sistema trabajaba para ellos.
Aun que el software es una herramienta necesaria para potencializar la utilidad de un sistema de gestión de lo que sea, no es extraño pensar que para la mayoría de las empresas que quisieron pasar a la siguiente generación usandolo, ese no era el problema.
Para superar problemas como los 3 mencionados al principio de éste artículo, lo que realmente debería hacerse es dejar de pensar en los sistemas de gestión en terminos de implantación, y comenzar a pensarlos en terminos de desarrollo.
Esto implica más tiempo y más esfuerzo, pero una elevada efectividad a la que no le sobrará la empujadita de un espléndido software.